Hay días en q quisiera ser un vagabundo, me gustaría poseer esa capacidad de caminar y caminar sin planificar, vivir al día, sin tener nada seguro, sin un techo, sin un lugar fijo de comida, sin una dieta específica; sin importar nada, ni el olor, ni la apariencia. Me gustaría disfrutar de esa inmensa soledad, y cuando ya sea demasiada, empezar a escuchar voces dentro de mí, solo para hacerme compañía, quiero perder de vista mi persona, desconocerme tanto, q no tenga marcha atrás; quiero aprender a ser un vagabundo. Estuve buscando el origen de estos pensamientos y pude recordar, que años atrás, frente a la casa se sentó un vagabundo, vi q no tenía un zapato y le regalé un par q tenía guardado, al ofrecerlos, solo tomo el q le hacía falta, insistí en q cambiará ambos, pero con palabras atropelladas y verbos mal conjugados, me dijo q aún servía el otro, solo necesitaba uno. Eso algo q removió algo en mí, años después sigo pensando en ello y surgen más preguntas, tengo extraños sentimientos hacia esa vida. Tal vez de ahí es donde surge mi manía a querer guardar cajas, acumular cosas, llenar mi recámara de tantas cosas, tantos recuerdos, usarlos como ancla, que me amarren a esta vida q elegí, pero me es tan extraña